La Asociación Espírita Paz y Luz es una entidad sin ánimo de lucro que busca la difusión del Espiritismo tal como fue establecido desde su origen hace 154 años por el Espíritu de Verdad y Allan Kardec. Aportando en la expansión de la tercera revelación Cristiana sus OBJETIVOS como institución son el Aprendizaje y Aplicación del Evangelio del Maestro Jesús para la transformación interior del ser humano, brindando la atención espiritual fraterna a todo aquel que lo solicite. (La Intitución esta afiliada al Movimiento Espírita Mundial, y sigue todas sus directrices).

martes, 11 de octubre de 2011

CREDO ESPIRITA (Revista Espirita Nº 6)

Los males de la humanidad tienen su origen en la imperfección del hombre: por sus vicios se damnifican unos a otros. En tanto que los hombres sean viciosos, serán malhechores, porque la lucha de los intereses engendrará sin cesar las miserias.

Las buenas leyes contribuyen sin duda al mejoramiento social, pero son impotentes para asegurar la dicha de la humanidad porque reprimen y no extirpan las malas pasiones, porque son más coercitivas que moralizadoras, porque no fiscalizan más que los actos más sobresalientes y dejan sin juzgar las causas. Por lo mismo, la bondad de las leyes está en razón de la bondad de los hombres, tanto que aquellos que estén dominados por el orgullo y el egoísmo, harán leyes en provecho de las ambiciones personales. La ley civil solo modifica la superficie; la ley moral es la que penetra en el fuero interno de la conciencia y la reforma.

Está comprobado que para evitar el disgusto causado por el contacto de los vicios de los hombres malhechores, el solo remedio es elevar el nivel moral. La dicha aumenta a medida que los vicios disminuyen.

Por buena que sea una institución social, si los hombres son malos, la falsearan desnaturalizando su espíritu para explotarla en su provecho. Cuando los hombres sean buenos, harán buenas y durables sus instituciones, porque tendrán interés en conservarlas.

La cuestión social no tiene su punto de partida en la forma de tal o cual institución; está toda entera en el mejoramiento moral de los individuos y de las masas. Aquí está el principio de la verdadera clave del bienestar de la humanidad, porque cuando esto se halla conseguido, los hombres no pensaran en matarse unos a otros. No es suficiente echar un velo sobre la corrupción; es preciso extinguirla.

El principio del mejoramiento esta en la naturaleza de las creencias, porque ellas son el móvil de las acciones que modifican el sentimiento. En las ideas inculcadas en la infancia e identificadas con el espíritu, y en las que se anexan con el desarrollo ulterior de la inteligencia y de la razón, es donde hay que buscar la fuente de nuestra bienandanza futura. Por la educación, mejor que por la instrucción, lograremos transformar la humanidad.

El hombre que trabaja seriamente por su propio mejoramiento, asegura su dicha en esta vida, y además, obtiene la satisfacción de su conciencia, viéndose exento de las miserias materiales y morales que son las consecuencias inevitables de sus imperfecciones.

Obtendrá la calma, porque las vicisitudes no deshojaran la flor de sus ilusiones; obtendrá la salud, porque su cuerpo no se entrega jamás a los excesos; poseerá riquezas, porque la riqueza mayor es saberse contentar con lo necesario; gozará de la paz del alma, porque no se rodeará de necesidades ficticias ni será atormentado por la sed de los honores y de lo superfluo, porque no conocerá la fiebre de la ambición, de la envidia y de los celos.

Siendo indulgente para con las imperfecciones de otro, que le excitaran su piedad y no su cólera, evitando todo lo que pueda perjudicar su prójimo en palabras y acciones, y queriendo por el contrario todo aquello que pueda ser útil y agradable a los demás, nadie sufrirá con su contacto.

Se asegura su felicidad en la vida futura, porque, cuanto más esté depurado, más se elevará en la jerarquía de los seres inteligentes y más pronto abandonará este mundo de expiación y prueba por los mundos superiores; porque el mal que haya reparado en esta vida no tendrá que repararlo en otras existencias; porque, en la erraticidad, no encontrará más que seres amigos y simpáticos, y no estará atormentado por la vista incesante de aquellos que tuvieran que compadecerlo.

Que los hombres, viviendo unidos, estén animados de estos sentimientos, y serán dichosos en la tierra; que de poco en poco, estos sentimientos ganen todo un pueblo, toda una raza, toda la humanidad, y nuestro mundo figurará en el rango de los felices.

¿Es esto una quimera, una utopía? - Sí, para
aquel que no cree en el progreso del alma; no, para el que cree en su perfectibilidad indefinida.

El progreso general es el resultado de todos los progresos individuales, pero el progreso individual no consiste solamente en el desarrollo de la inteligencia, en la adquisición de algunos conocimientos: esto no es más que una parte del progreso, que por cierto no conduce necesariamente al bien, puesto que se ven hombres sabios que hacen mal uso de su saber. El progreso consiste, sobre todo, en el mejoramiento moral, en la depuración del espíritu, en la extirpación de los malos gérmenes que existen en nosotros: este es el verdadero progreso, el solo progreso que puede asegurar la dicha a la humanidad, porque es la negación misma del mal. El hombre más adelantado en inteligencia puede hacer mucho mal; el que lo esté en sentimientos no hará más que bien. Hay pues, interés por parte de todos, en el progreso moral de la humanidad.

Pero ¿qué hace por el mejoramiento y la dicha de las generaciones futuras aquel que cree que todo termina con la con la vida?, ¿Qué interés ha de tener en perfeccionarse, en sujetarse, en dominar sus pasiones, en privarse de algo en bien de los otros?

Ninguno: la lógica misma le dice que su interés está en gozar de la vida por todos los medios posibles, puesto que mañana, acaso, habrá dejado del existir.

La doctrina del nihilismo es la parálisis del progreso humano, porque circunscribe la vida del hombre al imperceptible punto de la existencia presente; porque restringe las ideas y las concentra exclusivamente en la vida material. Con esta doctrina, el hombre no era nada antes, nada será después; todas las relaciones sociales terminan con la vida; la solidaridad es una palabra vana; la fraternidad una teoría sin razón; la abnegación en provecho de otro una majadería; el egoísmo con su máxima "cada uno para si", un derecho natural; la venganza un acto equitativo; la felicidad es para los más fuertes y para los más diestros; el suicidio, el fin lógico de aquellos que carezcan de lo necesario...Una sociedad fundada en la doctrina del nihilismo llevaría en si el germen de su disolución inmediata.

Otros son los sentimientos de aquel que tiene fe en el porvenir, que sabe que nada de lo que haya adquirido en ciencia y en moralidad puede perdérsele, que del trabajo de hoy recogerá mañana sazonado fruto, que él mismo formará parte de las generaciones futuras más adelantadas y más buenas. Sabe que trabajando para los otros, trabaja para sí propio. Su vida no se concreta a la tierra; abraza el infinito de los mundos que serán un día su morada; entrevé el lugar glorioso que será su herencia, como la de todos los seres llegados a la perfección.

ALLAN KARDEC - Del libro "Obras Postumas"





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