
A tal fin, casi siempre recurren a negaciones de variada especie.
Se califican de pecadores pero huyen deliberadamente de la oportunidad que les favorecería la conquista de la virtud.
Manifiestan que son deudores, cuando en ese aspecto les cabe ser más diligentes para solucionar los compromisos contraídos.
Se declaran inútiles y se ausentan de los ambientes de trabajo donde podrían hacer demostración de los méritos de los que son portadores.
Afirman que son imperfectos y desertan de la lucha que podría conferirles un mejor cincelado.
Redactan extensas confesiones de remordimiento, sin ánimo de emplear unos pocos minutos en la reparación de los errores en que se declaran involucrados.
Proclaman que están cansados, y se olvidan que de ese modo demandan más intensa cooperación de los semejantes, en ciertas ocasiones mucho más fatigados que ellos mismos.
Se titulan enfermos, y reclaman el sacrificio de los otros.
Se dan a conocer como victimas de la decepción y transmiten el pesimismo con el cual ahogan las esperanzas ajenas.
Se ubican en la categoría de neurasténicos angustiados, sin compasión para con aquellos que soportan su mal humor.
Creen que los persiguen Espíritus inferiores pero jamás les ofrecen algo de amor para su renovación.
Se lamentan. Coleccionan quejas. Exageran síntomas. Se justifican y lloran.
En relación con la educación iluminadora y la caridad que eleva, imaginan que son ignorantes y débiles, malogrados e infelices, y muchas veces piensan en el infortunio, la frustración, el tedio, el suicidio.
Van por aquí y allá entre la desconfianza y el desaliento, habitualmente se sienten desamparados o incomprendidos; donde aparezcan se destacan como si fueran sensitivos ambulantes, temerosos de celadas y tentaciones.
Finalmente se encierran en su propia reclusión como si aislados e inmóviles estuvieran conquistando altura moral. No obstante, no consiguen otra cosa que la huida del deber a cumplir, porque si en verdad procuran la apetecida liberación del mal, es imprescindible que entiendan que la mejor manera de extinguir el mal será que hagamos para con todos y en todas partes la mayor suma de bien.
Francisco Cándido Xavier. Por el Espíritu Emmanuel